Así se titula el primer capítulo de la novela de Michael Ende "Momo".
¿Y quién es Momo? pues una niña pequeña que es especial y no especial porque fuera extraordinariamente inteligente, o porque cantara bien o tal vez porque diera buenos y sabios consejos, no no, Momo era especial porque sabía escuchar como nadie.
No todo el mundo sabe escuchar, no es tarea fácil si quiere hacerse bien y Momo ponía toda su atención y todo su tiempo en ello, de tal forma que a las personas tontas se les ocurrían ideas geniales y maravillosas, los tímidos encontraban el valor y la tenacidad, los indecisos sabían muy bien, de repente, qué era lo que querían, y los desgraciados o agobiados se volvían confiados y alegres.
Una personita muy especial y tan necesaria... se hacía imprescindible para los que la conocían, hasta el punto de que ya no recordaban cómo hacían para arreglárselas antes sin Momo...
Momo era lo opuesto a los hombres grises, agentes que buscaban el ahorro del tiempo de todas las personas, cuanto más tiempo ahorraras más te enriquecías. El ahorro del tiempo se convierte en una obsesión, en una meta, un objetivo, y el paso de las horas, los minutos y los segundos daba pánico, la ida del tiempo, el transcurso de la vida...
Momo "despilfarra" su tiempo pensando, imaginando, escuchando, mirando, jugando, riendo, callando, paseando, conociendo, descubriendo, aprendiendo, sintiendo... algo que pone muy nerviosos a los hombres grises.